Escrito por Aracelys Avilés
Joshua Arana nació en 1979 en Baka Town, uno de los guetos de Dandriga en el sur de Belice. Los tambores se tocaban tan a menudo en el caserío que fue sencillo para Joshua aprehender el ritmo, y alrededor de los cinco años empezó a golpear en cuanto objeto o superficie encontraba a su paso. “Mi madre me regañaba porque tocaba aquello a toda hora y sobre cualquier cosa”.
Joshua es hijo de garífunas, el pueblo que llegó en barco tras una larga travesía a Dandriga en 1832 cuando Belice era aún colonia británica. Sus padres hablaban garífuna, pero no lo forzaban a hablar el mismo idioma, estaba ok si respondía en inglés. Asistían todos a una iglesia de la Fe Bahai que los aceptaba en sus cultos, y fue allí que por primera vez Joshua tocó un tambor. Y sintió que aquello era ideal, que un objeto como ese podría volverse una extensión de sí mismo.
Joshua quería ser popular en Baka Town, pero no tocando un tambor garífuna, sino del modo en que lo dictaba la Nike Culture, una forma de vestir, unos gestos, una forma de comportarse más cercanos a los comerciales de televisión. El tambor, el idioma garífuna que hablaban sus padres, las fiestas, el piso de tierra, no era algo que hubiera necesidad de exhibir.
“Todo eso cambió cuando a la edad de 13 años entré en la secundaria”, y conoció a otros chicos de otros barrios que también eran hijos de garífunas y que como él se avergonzaban de serlo. Al ver su propia vergüenza en los otros, tomó consciencia de lo que estaba sintiendo. Expuesto en la actitud de los otros, se dijo a sí mismo que eso estaba mal, y cambió, y quiso saber más de los garífunas y buscó quien le diera clases de tambor, y empezó a sentirse orgulloso de lo que aprendía, de ser parte de esa historia.
El próximo 3 de julio, Joshua Arana estará compartiendo en la primera jornada de esta 40 edición del Festival del Caribe, su vínculo con los tambores garífunas, una sesión teórica y práctica a la que también ha invitado a parte de su familia.