En Santiago de Cuba nació ayer, en 1803, un poeta que vivió en Venezuela, Santo Domingo, La Florida, que murió en México. Desde sus versos proféticos José María Heredia, estaba inventando la patria… en aterradora soledad.
La poesía acaba siempre adelantándose, siempre definiendo al Océano y al tiempo. Basta una gota, basta un segundo.
En el ir y venir de mi profesión me encontré una mañana con Dulce María Loynaz, Premio Cervantes 1992. Allí, resguardada tras la cancela del Vedado, lirio con mente de ceiba, le escuché decir: la poesía hay que sacarla si es preciso del más allá.
La vida me reservó una velada con Carilda Oliver Labra.
—¿Qué es lo único que no debe hacerse en materia de poesía?, le pregunté.
—Ignorarla, me respondió la novia de Cuba. Poesía es lo que nos salva. Sin poesía no habría puentes ni pirámides, remarcó.
No me es posible darles la bienvenida a la cuna de Heredia y de Maceo, a esta ciudad que sabe mirar a los ojos, a este Encuentro de Poetas del Caribe y el Mundo, sin hablar de Jesús, de Jesús Cos Causse. Me parece que va entrar por esa puerta, que ya entra, generoso, con su estampa de Quijote”.
Palabras de Reinaldo Cedeño Pineda